No sé si a vosotros os esta pasando lo mismo, pero yo estoy experimentando un fenómeno curioso de un tiempo a esta parte. Cuando te encuentras con alguien y, a veces por protocolo social, a veces por sincera preocupación, preguntas “¿qué tal todo?”, se produce como respuesta inmediata una mirada indefensa asustada y temerosa que refleja por un segundo la reflexión interna “¿Le digo que todo bien o le digo la verdad?” y en ese segundo se produce el fenómeno de la cara de susto. Inmediatamente después empiezan las frases de aproximación tipo “para la que está cayendo no voy mal”, “podría ser peor”, “estoy esperando una movida que me tiene que salir”, para dos cervezas despues terminar constatando que lo estamos sufriendo como nunca.
Tambien se produce este fenómeno, o por lo menos a mi me pasa, cuando inesperadamente te ves en un espejo y te sorprendes con esa cara de “conejo-cegado-por-las-luces-al-ser-sorprendido-en-la-noche-en-mitad-de-la-carretera”, y tu sin enterarte, y es que esta coyuntura económica adversa que nos toca padecer está haciendo estragos no sólo en nuestra cuenta bancaria sino también en nuestra cuenta contenta, es decir, en nuestra capacidad de mantenernos alegres aunque sea solo por el hecho de disfrutar de la vida que ya es regalo suficiente para estarlo.
En estos dos meses que llevamos funcionando en las nuevas instalaciones de riffandroll nos hemos encontrado con mucha cara de susto muy justificada en la mayoria de los casos y nos encantaría que nadie deje de disfrutar de la música, del subidón que proporciona descubrir como fluye desde un instrumento y como eso nos permite el privilegio de crear, y no queremos que nadie se prive de esto por motivos económicos. Hemos ajustado los precios y queremos hacer un esfuerzo por el optimismo, la alegría y el compromiso que siempre ha sido la nota dominante en las expresiones artísticas.
Salud y Rock
Juanjo Melero